Lo invisible es tan cercano como para tener que encontrarlo tarde o temprano.
Capítulo cinco – lo invisible
- Posted on May 6, 2015
- ELO - Extractos de los primeros cuatro tomos de la saga
- Comments: 15
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com1 cap4. reserva de espacio.
Por mi propio bien, y aunque ya tengo claro como empezar este cuarto capítulo, prefiero acostarme y descansar.
Eso sí.. adelantaros que elegí el lugar de crecer no sólo por razones de semblanza a El Lugar, sino que hay otras, de órden geopolítico claves para los siguientes 500 años.
¡Y bieeeen! Anda que no me he quedado dormido yo esta mañana, haciendo esperar a mis primeros alumnos del día. ¡Olé dormilón!
En este mundo hay una historia oficial. Esa es visible, porque se afana en serlo, y hasta el punto de cegar con sus potentes focos a quien tenga ojos, mente, sentimientos y demás sentidos que quieran añadir.
Este mundo visible tiene sus representantes, y esos son visibles. Son tan visibles, que parece que solo ellos cuentan.
Luego están las acciones, que también son visibles. Puede que no a la primera, porque de engaño trata toda actividad a la sombra de lo visible. Puede que tampoco a la segunda, porque el arte del engaño se instaló también en las zonas más difusas. Pero… a la tercera no hay acción que no quede completamente visible. Poderosa visibilidad esa última, que normalmente hace que todos los corazones se encojan ante el dantesco espectáculo putrefacto que finalmente salió a la luz. Error llamarlo así, lo correcto es comprender que no sale a la luz, sino que desprende su luz putrefacta y nauseabunda.
Un juego de luces. Estúpido y básico, tan estúpido y básico como quienes lo promueven. De muy corto alcance, de ninguna importancia a largo plazo. Igualito que sus promotoras y promotores.
Luego está lo que es invisible, porque no le hace falta hacerse visible. No requiere protagonismo. No precisa tapar a nada ni a nadie. Nunca se antepondrá. Tiene SU Lugar.
También están los que representan con sus existencias esa invisibilidad en medio del mundo visible. Algunos los llamarían guardianes, otros pensarán que se trata de enviados especiales. Errores de definición, salidos de un mundo visible que – como no – se acojona sobremanera de lo que no pueden iluminar, cegar o directamente atomizar.
Los caminos de esos representantes de El Lugar son increíblemente precisos. En comparación, cualquier cosa visible queda como una chapuza lamentable. Una acción invisible es de una precisión tal, que para el mundo visible enseguida se tilda de brujería. Digámoslo así: su precisión supera a la visibilidad hasta el punto de adelantarse a cualquier actividad o acción que el mundo visible quiera idear, maquinar o anteponer. Tengan claro que el mundo visible va detrás del invisible como mínimo 18 años, y como máximo no hay límite alguno. Dicho de otra manera: haga lo que haga el mundo visible, llegará como mínimo 18 años más tarde. No es por tanto difícil deducir que el mundo visible es lo más ineficaz que se le puede echar en cara a cualquier ser vivo.
Tomemos el caso del señor Eme. El señor Eme pasó unos cuantos años de su infancia y adolescencia en un cierto área del mundo visible. Era totalmente invisible para el mundo visible. Ningún gobierno se interesó por el, ningún programa se fijó en el, nada ni nadie le vio como cosa peligrosa o dañina a los proyectos visibles del mundo visible. Un niño normal, uno más y listo para ser transformado en esclavo útil del sistema visible inútil.
Ese niño llamado Eme jugó durante más de 15 años en un bosque. Se tumbaba bajo los árboles, los escalaba, los abrazaba, le servían de escondíte y de labirinto de juegos mil. Los que lo observaban en sus juegos no veían más que a un niño cualquiera.
Sí, han leído bien. Los que lo vigilaban, porque lo vigilaban. Ese bosque contiene un secreto del mundo visible, y por tanto estaba fuertemente vigilado. Bueno, aún lo está.
El niño Eme se acercó a ese secreto, jugando a indios. Se deslizaba como una serpiente entre la hierba alta hasta las alambradas, observaba durante horas unas instalaciones, y jugaba a ser un niño. Los vigilantes veían eso con sus binoculares, y anotaron en sus aburridos y largos años de vigilancia sin incidentes esos hechos. «Niño de 6 años de edad, apostado frente a las alambradas del sector norte.», «Niño de 7 años de edad, encaramado en un árbol frente a la verja sur del sector cinco.», «Niño de 9 años, vestido de indio, apuntando con rifle de plástico a una de las torres de vigilancia del sector 22». Cientos de entradas, que se produjeron durante esos años.
El niño Eme, cuando ya era un adolescente, llevó a su novia a ese lugar para declararse para siempre. Los vigilantes se emocionaron al escucharle a través del sonido que captaban los micrófonos militares, muchos de ellos conocedores del niño desde que no era más que un gusanito jugando. Algunos aprobaban a la novia, otros negaban con la cabeza. Para ellos, Eme era un hijo suyo, aunque nunca pudieron dejarse ver, aunque nunca hubo más que ese contacto visual que forzosamente tuvieron que mantener por su parte.
Luego, quizá medio año más tarde de esa declaración, el niño Eme no volvió a esa zona. Los vigilantes comenzaron a echarle de menos. Se preguntaban lo que le podía haber pasado. Los que habían apostado por una novia en condiciones decían que seguramente estaba tan enamorado que no se acordaba de sus juegos de infancia. Los que habían dedicado su opinión en aras de una novia malvada, la culpaban de haberles quitado su niño.
Uno de los vigilantes dio el paso que normalmente no se debe de dar. Se informó sobre el niño, averiguó que se había marchado del pueblo, del país. Cuando lo contó a los demás, esos sintieron lo mismo: les dolió profundamente, porque ese niño había sido lo mejor que les había pasado en los últimos 17 años de vigilancia y aunque ese niño no les conocía, ellos le habían visto crecer como ni sus padres lo habrían podido soñar hacer.
Les dolió profundamente, les arrancó de cuajo una parte de ellos mismos.
En el año 2014, unos 40 años después de la marcha del niño Eme, el señor Eme abre el periódico digital y se encuentra con una noticia:
http://www.welt.de/wirtschaft/energie/article140464359/Bizarrer-Oel-Streit-zwischen-Bayern-und-Tschechien.html
La lee y alucina. Aquellas instalaciones misteriosas que el había vigilado de niño desde mil puntos, haciendo mil conjeturas y viviendo miles de emociones estaba en el ojo del huracán. Ahora se enteraba que en esas instalaciones estaban guardando petroleo de otro país.
En el año 2015, el país que le vió nacer, se hundió en su propia corrupción, y quedó devastado hasta la médula antes del 2017. El disparador del caos fue el no querer devolverles a los legítimos dueños su petroleo. Una pequeñez, realmente. Algo insignificante, pero que a la postre acabó con todo un imperio. Un país que se basaba en destruir el amor, acabando ser destruído en uno de sus miles de millones de pasos contra la vida. Siempre llega ese paso, porque eso de matar al amor tiene un precio, y ese precio siempre se paga.
Esa es la parte visible de la historia.
La parte invisible es que el señor Eme vino de El Lugar para marcar y preparar el disparador. Lo hizo 40 años antes de que se disparó. Al serle destruido maliciosamente su mayor ilusión de la vida, se fue de ese bosque, de esa ciudad, de ese país. Instaló en los vigilantes su ausencia, y esos perdieron mucho más de lo que cualquier sistema visible pueda entender jamás.
Paulatinamente, dónde buenos hombres habían hecho su labor impecable de vigilancia, se instaló la corrupción. Sin ese niño, sin «su» niño, sin esa inocencia que les recordaba cada semana la esencia de la vida, también perdieron la inocencia que les quedaba. Muchos se fueron a otros destinos, y los que llegaron comenzaron a robar parte del petroleo. Falsificaron los documentos de existencias. Cambiaron su labor de vigilantes por la labor de saqueadores.
40 años después de que el adolescente Eme dejará atrás ese bosque, con el corazón partido en tantos trozos que tardó 40 años en recomponerlo, se descubrió el pastel por parte del país que había depositado esos decenas de millones de litros de petroleo. Pidieron inmediatamente que se les devolviera todo lo robado, aparte de repatriar las reservas restantes, pero el gobierno del país anfitrión se negó a hacerlo, sintiéndose más que suficientemente fuerte para quedarse con lo que sea.
Nadie en ese gobierno, ni nadie en todas las agencias de seguridad, ni ningún asesor, ni ningún corrupto detrás, ni siquiera el más listo de los más listos del mundo visible se dió cuenta de que esa decisión iba a destruir todo el país, todo el imperio, toda la maquinaria de horror en menos de dos años.
Y cuando ocurrió, nadie pudo explicarse como una bagatela como esa había sido la llama que prendió la mecha.
El mundo invisible es así. En este caso, actuó con 40 años de antelación al mundo visible. Cuando un ser vivo toma la decisión de matar al amor, el mundo invisible lo sabe como mínimo 18 años antes. Cuando un país toma la decisión de seguir siendo malvado, el mundo invisible lo sabe decenios de años antes, preparando con absoluta precisión el fin de esa nación.
Sin violencia.
Sin malas palabras.
Inocentemente.
Invisible, indedectable y a la vista de todos.
Datos visibles del lugar:
Neue Gautinger Straße
82110 Germering, Alemania
48.112257, 11.371510 (coordenadas para google maps)
com2 cap4. Reserva de espacio y fin del capítulo.
Voy a darle de comer al gusanito.
Interesante giro en Karma Brescida:
https://sombrasbaul.wordpress.com/2011/08/26/elo-karma-brescida-fin-de-la-recopilacion/#comment-11487